De cómo se van amontonando los años
Guía para ser un periodista perfectamente olvidadizo
Tal
vez los estudiantes de las universidades públicas del país hayan
olvidado nombres como Gonzálo Bravo o Uriel Gutierrez, incluso Francisco
Gaviria o José Ignacio Londoño. Claro, ninguno de estos nombres es el
de un ministro o un gobernador, estos jamás nos los exigen en las clases
porque: “Un periodista debe saber como se llama el ministro de
agricultura”.
Muerte de Gonzalo Bravo.
Pero
no debe saber que en 1987 José Ignacio Londoño, estudiante de la
Facultad de Comunicaciones de la Universidad de Antioquia -para entonces
de Comunicación Social- fue asesinado y torturado una noche de agosto
al salir de su casa. O que los carabineros pasaron su caballo por encima
de Uriel, o que la Policía le disparó en la cabeza a Gonzálo... Un
periodista no debe saber que el 16 de mayo de 1984 las residencias
estudiantiles de la Universidad Nacional fueron desalojadas a sangre y
fuego dejando como resultado desaparecidos y ausencias. Todo esto está
guardado en el olvido. Un periodista no debe saber quién era Luis
Fernando Barrientos, a pesar de que se esté formando en una universidad
cuya plaza principal lleva su nombre.
Un
periodista no debe saber de artistas como Cucho Peña, ese irreverente
payaso que no respetaba ningún esquema establecido; un periodista no
debe tener idea de quién era Jesús Humberto León Patiño ni por qué lo
asesinaron o porqué desaparecieron varias generaciones de médicos en la
Nacional. Sus historias no son actuales, no son noticiosas, no venden,
no son chivas: en el país del sagrado corazón hace mucho rato que los
crímenes de Estado son comunes.
Un
periodista no debe saber quién era Oscar Salas, o por qué el Esmad le
perforó la cara el 8 de marzo de 2006 con una bala; no debe saber por
qué el 1ro de mayo del 2005 ese mismo Escuadrón asesinó a golpes a
Nicolás Neira de tan solo 15 años; no tiene por qué recordar a Jhonny
Silva a pesar de que también lo baleó el Esmad dentro de la Univalle un
22 de septiembre de 2008. ¡Ni más faltaba! ¡Un periodista no tiene
porqué saber quién era Gustavo Marulanda, Paula Ospina o Magaly
Betancur! ¡Un periodista debe contar historias en las cuales no
comprometa sus sentimientos!
Y
es así como los años se van amontonando, uno tras otro, en la memoria. Y
esta se asemeja a un cuarto oscuro al final de un pasillo repleto de
información donde sucede lo que un proverbio zapatista afirma: el exceso
de información es parecido, muy parecido, a la ausencia de la misma. Y
entonces sabemos que es la TRM o la inflación, sabemos quién es Rosseau y
algunas veces hemos escuchado a un tal Cortázar; sabemos de qué manera
debe escribirse una buena noticia, sabemos perfectamente el discurso de
que la objetividad es lo más supremo del periodismo, y sobre todo nos
queda claro que está prohibido sentir mientras se escribe un artículo.
Al fondo, a ese cuarto han sido arrojados Gonzálo, Uriel, Paula, José
Ignacio, Chucho, Gustavo, Magaly, Soraya, Francisco, Nico, Oscar, Jhonny
y otros cientos de estudiantes, tras una puerta que ni el periodista ni
la sociedad quieren abrir.
Un día, cuando el periodista olvide que para ser ‘periodista’ es necesario no ser humano, tal vez el mundo sepa de Uriel, José Ignacio o Soraya. Tal vez entonces el mundo grite con alegría, festejando porque por fin recuerda, que morir por la vida es vivir una eternidad.
Cordial saludo. Me gustaría saber más sobre la vida de Chucho León como estudiante, como amigo y como activista. Mi nombre es STEVE LEÓN TERÁN, soy sobrino de Chucho, sobrino que lastimosamente él nunca conoció pero yo, llevo su recuerdo día a día, un recuerdo amargo porque su muerte no sólo silenció un proceso universitario sino un amor a las humanidades dentro de la familia. Cualquier cosa me podría escribir a mi correo jsleonteran2990@gmail.com para entrar en contacto, desde hace mucho quiero hacer la reconstrucción de la vida de mi tío, pero no he podido por la falta de fuentes directas que lo hayan conocido.
Cordial saludo. Me gustaría saber más sobre la vida de Chucho León como estudiante, como amigo y como activista. Mi nombre es STEVE LEÓN TERÁN, soy sobrino de Chucho, sobrino que lastimosamente él nunca conoció pero yo, llevo su recuerdo día a día, un recuerdo amargo porque su muerte no sólo silenció un proceso universitario sino un amor a las humanidades dentro de la familia. Cualquier cosa me podría escribir a mi correo jsleonteran2990@gmail.com para entrar en contacto, desde hace mucho quiero hacer la reconstrucción de la vida de mi tío, pero no he podido por la falta de fuentes directas que lo hayan conocido.