Informe especial: La iglesia ¿al servicio de la comunidad?

Por YARLEIDIS MADARIAGA
       MARIA PAULA RUBIANO
       LUZ MARÍA VÉLEZ


La iglesia católica siempre ha profesado que "al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios". Sin embargo, en el área metropolitana de Medellín existen parroquias que olvidan ese principio de dar a cada quién lo que le corresponde. Hoy, los habitantes de los barrios San Lucas,  del Poblado (Medellín), y Las Flores (Envigado) se ven afectados de manera negativa por las decisiones arbitrarias que toman los sacerdotes encargados de sus respectivas parroquias: la iglesia San Lucas y la iglesia Santa Babara de Ayurá, donde se está dando un manejo inadecuado a unos terrenos que fueron donados para la realización de obras en beneficio de la comunidad, pero que finalmente fueron privatizados y que actualmente tiene sus puertas cerradas a ella. 


Entre la sociedad y la propiedad
Calle dónde los niños de estratos bajos juegan al fútlbol

Cuatro de la tarde de un martes cualquiera en el barrio San Lucas. Varios niños entran emocionados a la cancha que linda con el colegio San Lucas y con la Parroquia del barrio. Los uniformes y los guayos acompañan a los pequeños hasta el terreno empantanado por la fuerte lluvia de unas horas antes. Ruedan los balones en la cancha, se escuchan los pitazos, los gritos, la celebración inminente de un gol. Unas calles más arriba, junto al Minimercado El Molino de San Lucas, un grupo menos numeroso de “pelados” dispone dos pequeñas y oxidadas arquerías en medio de una vía estrecha y cerrada. Acompañados por sus camisetas con ese sello indiscutible de “made in El Hueco” y sus pisahuevos, hacen rodar el balón para dar paso a los gritos, las caídas y la inminente celebración de un gol. 
Calle del barrio San Lucas donde los niños de estratos bajos juegan al fútbol

Pero hace algunos años esta no era la situación. Tanto los pelados de pisahuevos como los de guayos, tenían plena autorización del dueño de la cancha, la Arquidiócesis de Medellín, representada en la Parroquia de San Lucas, para entrar en ella y hacer uso de este espacio. Los habitantes nativos del barrio –los del pisahuevo- se preguntan por qué ahora ven privada una actividad que durante mucho tiempo, ayudó no solo a cohesionar a los habitantes del barrio, sino que también generaba lazos de unión con otros barrios de la Comuna del Poblado.

Desde el barriecito olvidado, los que usan pisahuevos…


La donación de 40 hectáreas que realizó Jorge Agudelo Ochoa, propietario de la finca Circasia, a una de sus trabajadoras, “Doña Anita”,marcó el origen del barro San Lucas. Este fenómeno se repitió en otras fincas del sector, y así fue como se formó el caserío que se observa hoy en medio de las más de 98 urbanizaciones privadas que han llegado a “colonizar” estas tierras salvajes de mangos y quebradas.

Al igual que en el resto de barrios de la Comuna 14, la llegada de las urbanizaciones ha cambiado el panorama del barrio: San Lucas pasó de ser un área rural con una baja densidad de habitantes, en su mayoría de estratos bajos, a ser un espacio altamente urbanizado, con un mall, un supermercado y varias tiendas pequeñas, entre otros servicios. Además, para 2007, el barrio contaba con un total de  3.500 habitantes, de los cuales el 6.3% correspondía a personas de estratos 2 y 3, y el 62% estaba relacionado con los residentes de estratos 5 y 6, según datos del portal electrónico del periódico Vivir en El Poblado.

Los habitantes originales del sector, afirman que en los años 60, Margarita Uribe de Restrepo, donó los terrenos en donde hoy se encuentran ubicados la Parroquia San Lucas,el Colegio San Lucas y la cancha de fútbol. A continuación, Jhon Jairo Arango, presidente de la Junta de Acción Comunal de Los Mangos- San Lucas, explica esta situación. 

Jhon Jairo Arango


A nivel jurídico, el problema de la comunidad, afirma Felipe*, miembro activo de la Junta de Acción Comunal, es que “En las escrituras, las donaciones figuran como compra- venta, lo que inmediatamente le da un carácter privado a los predios". Pero en la realidad, en las palabras y los deseos de Doña Margarita, esto terrenos tenían como objetivo servir a la comunidad. Felipe afirma que "yo a ella la conocí personalmente, y ella decía: ‘que esto sea para la comunidad, no en dos, cinco ni diez años, sino para toda la vida’”. Por este motivo, la única posibilidad que habría para lograr escriturar el terreno de la cancha a los habitantes del barrio, sería encontrar un familiar de Margarita, que diera fe de los deseos reales de esta mujer. Pero como afirma Felipe “a nosotros no nos interesa ser titulares del terreno. Lo que nos interesa es que la administración que se le da desde la Arquidiócesis sea la adecuada, como lo había sido hasta hace dos párrocos”.
Compra-venta de la parroquia y el colegio

Y es que según Felipe, la comunidad está completamente inconforme con la administración del párroco actual, ya que en su concepto, éste no cumple sus funciones básicas: trabajar de la mano con la comunidad, protegiendo siempre a los sectores más vulnerables. Para Felipe, “el apoyo de este párroco es para los estratos altos. La comunidad está tan desligada de la iglesia, que el domingo que fui a misa, conté solo ocho personas de las 350 que pertenecemos al estrato 2 y 3 en el barrio. […] Los intereses del párroco se ven desde la misma misa: al final de cada eucaristía, lee un informe que contiene el dinero recolectado con los aportes de la misa en la semana anterior, ¡y hay donde llegue a bajar de dos millones de pesos! […] hace poco, puso una tarifa mínima de aporte: diez mil pesos. ¿Eso es realmente pensar en la comunidad vulnerable?”.

“Yo no puedo permitir convertir la cancha en un prostíbulo”

Un hombre de piel blanca y abultadas mejillas rosadas, con una nariz prominente y  penetrantes ojos azules se encuentra en el atrio de la Parroquia de San Lucas. Su nombre es Raúl Álvarez, sacerdote desde hace 34 años, y párroco de este espacio religioso desde hace seis años y medio. Sobre el edificio que está a sus espaldas, Raúl comenta que “la Parroquia de San Lucas fue fundada el 2 de febrero de 1961 por el arzobispo Tulio Botero Salazar, ante la necesidad que había para que las personas pudieran participar en la misa”. Y precisamente por esa carencia inicial que se presentaba, la relación de la Parroquia con la comunidad, según él, ha sido principalmente de evangelización. Sin embargo, la iglesia ha realizado otras actividades como costureros, y desde hace 33 años, su obra social se enfoca en la educación, con la Escuela Jesús Restrepo Villa, que posteriormente constituyó la obra educativa junto con el Colegio San Lucas, pero que actualmente no existe, pues sus instalaciones están alquiladas a una empresa privada. 
Cancha aledaña a la iglesia de San Lucas
De acuerdo con lo declarado por el Padre Álvarez, también rector de este centro educativo, “El Colegio San Lucas es la obra social de la iglesia”. Sin embargo, cabe destacar que el Colegio se inauguró casi diez años después que la Escuela.  Él párroco afirma que a la cancha, por ser parte del colegio,  sí se le está dando el uso de función social, pues el colegio –y todo lo que él incluye- es un proyecto que beneficia a la comunidad. Pero de acuerdo con lo afirmado por Felipe, “menos del 10% de los niños de ese colegio son habitantes del barrio de San Lucas, entonces está representando un beneficio virtual a la comunidad”.

Ante la negativa de grabar preguntas relacionadas con la cancha de fútbol por posibles problemas con la Junta de Acción Comunal, JAC, se evidencia que este terreno ha sido objeto de crítica y disputas entre la iglesia y la sociedad nativa.  En primer lugar, por el alquiler que hace la iglesia a la Academia de Fútbol Bolillo Gómez- Chalo Montoya, que desde el año 2000 tiene una de sus 14 sedes ubicada en San Lucas; y en segundo lugar, por la futura construcción de 48 parqueaderos en 18 metros de la cancha.

Uno de los motivos que da el Padre para no prestar la cancha es que coincide con el horario de las misas, y que sería irrespetuoso escuchar los gritos y las celebraciones en medio de este rito sagrado. Sin embargo, entre semana la iglesia tiene tres horarios de misa (excepto los miércoles que tiene uno), el sábado tiene dos horarios, y el domingo tiene 5. Estos horarios, sumados a los que la cancha está reservada para la Academia de Fútbol (de lunes a viernes de cuatro a seis de la tarde), aún dejan espacios libres para su uso. Además, como lo mencionó Jhon Jairo Álvarez, el padre Fernando Posada, logró mantener un equilibrio entre el alquiler de la cancha y su función solidaria y social. 
Mapa de la iglesia de San Lucas

 Otro argumento del Padre Raúl Álvarez es “todo lo que hay detrás del fútbol: alcohol, droga, vicios. No puedo permitir que eso ahí se convierta en un centro de prostitución”. Lo inexplicable sería entonces, como es que hasta el año de su llegada, la cancha funcionó con un ingreso libre, y nunca se presentaron altercados violentos o casos de consumo de drogas. Es más, en 1995, el torneo interbarrial de la Comuna 14 se realizó en esta cancha.

Las diferencias entre la visión de la iglesia y la comunidad sobre el uso correcto de la cancha, generaron la llegada al punto en el que se encuentra el barrio de San Lucas hoy: una división en la cual los habitantes de los estratos más bajos se ven privados de un lugar que anteriormente era centro de reunión, mientras que las personas de los estratos más altos –habitantes o no del barrio- se benefician de este espacio. Los de guayos y los de pisahuevos nunca podrán intercambiar sus camisetas “made in El Hueco” y sus uniformes mandados a hacer, si no se plantea un visión diferente de un espacio que históricamente y desde su donación fue concebido con vocación pública, pero que jurídicamente es perteneciente a un organismo privado.

*Nombre cambiado a petición de la fuente.

La historia del testamento perdido

Frente de la iglesia Santa Bárbara de Ayurá

En 1975 se construye en el municipio de Envigado la iglesia Santa  Bárbara de Ayurá. Aproximadamente 50 personas participaron de la edificación, decoración y fundación del templo, en su mayoría habitantes del barrio Las Flores, quienes deseaban desde años atrás tener una parroquia en el barrio. “Levantamos piedras, ladrillos, y bultos de cemento, las mujeres también cosíamos los telones y los manteles, otras tejían canastos y otras pintaban parejo” dice Margarita Arango, una habitante del barrio desde hace 52 años, quien asegura que la iglesia fue de las mejores cosas que pudieron llegar al sector en aquella época.
Los terrenos sobre lo que se construyó la iglesia, fueron donados por una mujer de la que hoy se encuentra poca información, la cual era conocida por todos como “La Mona Vásquez” y vivía cerca al barrio, pero no en él. “La Mona” era dueña de casi 3 manzanas completas de tierra en las que jamás construyó edificación alguna. El carácter de misterio que envuelve a “La Mona Vásquez” trasciende al descubrir que nadie recuerda su nombre verdadero y que se desconoce el año de su muerte, porque si bien sus restos mortales están enterrados en un lugar de la iglesia, la placa que los acompaña está cubierta totalmente por una escultura, que impide ver el año de su deceso.

Sector que rodea a la iglesia y es de su propiedad
 Independiente del año de su muerte, para 1974 la iglesia ya era dueña y señora de dichos terraplenes, y se comenzó la construcción del templo a un costado del terreno. Aseguran los habitantes del sector, que “La Mona” le donó a la iglesia católica todo su predio, pues conocía los deseos  de la comunidad de tener una parroquia, y porque, según cuentan, era muy devota a Santa Bárbara y quería homenajearla. Cuentan también, que “La Mona” dejó explícitas instrucciones en su testamento  de construir un parque grande con espacios para la recreación, y como asegura Margarita “quería que se construyeran edificios donde se le enseñara a la gente a trabajar, a leer, a escribir, a arreglar zapatos…”. Hoy en día el testamento no aparece. Según el párroco actual, Andrés Zapata, el testamento “lo tiene la curia”, pero en la curia arguyen que “seguramente si lo tenemos, pero esos documentos no son públicos” ¿qué sucede?
El punto neurálgico de la situación se ubica en 1979, cuando más de la mitad el predio fue vendida a un particular, que construyó una urbanización cerrada llamada hoy “Torres de Santa Bárbara”. Doña Martha de Ossa, otra de las mujeres fundadoras del barrio que colaboró en la edificación del templo, asegura que “fue impresionante para todos cuando vendieron ese pedazo, primero porque eso no era lo que “La Mona” quería que se hiciera, segundo porque esa plata se quedó toda para el obispo que fue quien tomó ese decisión, y segundo porque jamás se construyeron los salones para capacitar a la gente. Fue un abuso”. Lo que más enoja a habitantes como Martha es el hecho de haber irrespetado lo que supuestamente estaba claro en el testamento de “La Mona”, y que la Arquidiócesis de Medellín se adueñara de unos terrenos que como ella dice “son de la comunidad, porque “La Mona” los quería dedicados a nosotros”.

Parque de la Iglesia de Santa Bárbara


La iglesia de Santa Bárbara desde entonces cuenta con 5.000 metros cuadrados de terreno, contando la iglesia en sí y parque que la rodea, que también genera disgustos entre los habitantes del barrio Las Flores. Durante los siete años siguientes a la construcción de la iglesia,  el parque aledaño fue abierto para todo el público, hasta que por decisión del obispo José Ignacio Montoya Palacio, fue cerrado al público. Oscar Flórez, habitante del barrio y fiel de la parroquia, comenta que “le pusieron unos troncos de cemento a las entradas del parque, con unas cadenas, ya uno no podía pasar ni los niños podían entrar a jugar ahí (…) me parece que fue un abuso por parte de la iglesia que nadie denunció, porque que ellos le dieron al terreno el uso para el que no fue donado, primero vendieron más de la mitad, se negaron a construir los salones para educar a la gente, y el parque pequeñito que hicieron lo cerraron”.
Apenas hace ocho años las cadenas que impedían el paso de las personas al parque que rodea el templo, se quitaron. El actual parroco, Andrés Zapata, asegura que “fue un error haber prohibido el ingreso de la comunidad al parque, porque de todos modos no habían razones para hacerlo”. Sin embargo, al preguntarle sobre los documentos que prueben que “La Mona Vásquez” donó estos terrenos a la iglesia específicamente, o sobre si fue legal la “venta” de casi 10.000 metros cuadrados donde se construyó la urbanización, Andrés se niega a dar declaraciones y se limita a responder que “en el testamento debe estar que la iglesia sí podía vender esa tierra, y que “La Mona” sí le dejó esto a la Arquidiócesis” pero, ¿cómo comprobarlo si l Arquidiócesis de Medellín se niega a mostrar esos documentos?
Según Oscar Flórez todo esto tiene una explicación, “es muy extraño que no le dejen ver a uno la placa del osario de “La Mona” que está allá en la iglesia, ¿porqué no quieren que sepamos cómo se llamaba realmente y en qué año murió? El testamento tampoco apareció nunca, y para nadie es un secreto que el obispo José Ignacio tenía su ´movida´ con la administración de acá de Envigado. Hay muchos que estamos convencidos de que “La Mona” no heredó sus terrenos a la Arquidiócesis sino a la comunidad misma, pero la iglesia se quedó con eso, ganó plata, y la comunidad no vio un peso”. “La Mona Vásquez” según Oscar, fue muy allegada al barrio, y quería que cada centímetro de su terreno fuese utilizado en servicio de sus habitantes, “por eso se nos hace raro que supuestamente le dejara eso a los curas”.
Urbanización "Torres de Santa Bárbara"
Al parecer, nadie tiene respuesta, ni siquiera la administración actual del municipio de Envigado. En planeación aseguran que “en estos momentos el terreno aparece a nombre de la Arquidiócesis, pero apenas desde 20 años para acá”, y añaden “no podemos dar más información al respecto, tendrían que ir a averiguar a la curia”. ¿Dónde está el testamento de la “La Mona Vásquez? ¿Por qué apenas hasta hace 20 años los terrenos figuran a nombre de la iglesia? ¿Antes a nombre de quién figuraba? Una versión de los hechos apunta a que el testimonio de Oscar Flores corre cto, sin embargo no hay una certeza absoluta. “Para nadie es un secreto que el párroco de la época en la que se vendió una parte del terreno, el padre Eduardo Toro, salió de ahí mal salido, porque el obispo lo quitó de su cargo de párroco cuando él se negó a colaborar con ese robo que nos estaban haciendo. El padre Eduardo sabía que eso tenía que ser para el uso de la gente del barrio y no para que el obispo tuviera más plata” dice Martha de Ossa, mientras recuerda el día en que fue a misa por la mañana y no encontró al padre Eduardo, porque ya lo habían trasladado.
Cuando un ente de la sociedad priva a las comunidades de disfrutar de lo que es suyo, de los espacios que les pertenece, se comete un grave error. En el caso de la Iglesia de Santa Bárbara de Ayurá, el misterio que envuelve a la historia y a sus personajes ha ayudado a que pase por desapercibida esta arbitrariedad que se cometió en contra de la comunidad del barrio.






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