"Si me matan el mundo entero sabe quién fue", Ana Fabricia Córdoba

Por ESTEFANÍA CARVAJAL RESTREPO

Medellín, septiembre 13 de 2011

En el marco de la II Muestra de Video Comunitario- Imagen de la memoria, evento realizado en diversos sitios de la ciudad de Medellín entre el 5 y el 10 de septiembre de 2011, el colectivo Dexpierte pintó un mural por la memoria de Ana Fabricia Córdoba en las afueras de la Universidad de Antioquia, por la calle Barranquilla. Éstas son las imágenes del proceso, que espera generar consciencia en la población medellinense, históricamente carente de memoria.





Ana Fabricia Córdoba fue asesinada cuando viajaba en un bus de la ciudad de Medellín el 7 de junio de este año. Su muerte no fue obra del azar. Por buscar defender sus causas y las de centenares de desplazados, habitantes de los barrios periféricos de Medellín, Ana Fabricia se convirtió en una piedra en el zapato para la estructura paramilitar de Manrique que opera, según la misma Ana, con la colaboración de la Estación San Blas de la Policía. 

Durante toda su vida, Ana Fabricia fue víctima de la injusticia, la violencia, la desigualdad, el abandono estatal, y del conflicto armado y social que pintan el panorama colombiano. En 2001, tras el asesinato de su primer esposo, tuvo que escapar de su pueblo natal en el Urabá antioqueño, Apartadó. Se trasladó a la capital del departamento, donde vivió desplazándose de un lado para otro en los barrios periféricos, debido a las frecuentes amenazas recibía por defender los derechos de sus iguales.



Además de la muerte de su esposo, Córdoba sufrió un fuerte golpe con el asesinato de su hijo Jonatan Arley Ospina, de 19 años, el 7 de julio de 2010 en el barrio La Cruz de la comuna 3, sitio en el que residía la defensora de derechos humanos cuando el atentado acabó con su vida. En su búsqueda por la justicia, Ana Fabricia trabajó en diversas organizaciones no gubernamentales, fundó en 2008 Líderes Adelante por un Tejido Humano de Paz (Latepaz), e hizo parte del movimiento Ruta Pacífica de las Mujeres

                                                                                      


Según varias organizaciones sociales, Ana Fabricia había denunciado las amenazas ante la Mesa Metropolitana de Derechos Humanos, el Gobierno Nacional, departamental y local, la Fiscalía, la Personería y otros organismos de seguridad. Sin embargo, nunca se le brindó protección porque, de acuerdo con el ministro de Interior y de Justicia Germán Vargas Lleras, Córdoba había impedido que los agentes de la Policía Nacional le realizaran un estudio de seguridad. No obstante, personas cercanas a Ana declararon al portal verdadabierta.com, que ella sí había rechazado el estudio,“pero con el argumento de que cómo era posible que lo hiciera la institución que ella señalaba como implicada en la muerte de su hijo. Pero no le ofrecieron alternativas."



Mientras Vargas Lleras atribuye el asesinato de Fabricia a su negativa ante el propuesto estudio de seguridad, y el vicepresidente Argelino Garzón pretende;“judicializar y sancionar a los autores intelectuales y materiales del crimen y (...) brindar protección inmediata a las demás personas que están reclamando su derecho legítimo a la restitución y titulación de sus tierras", Diana Osorio Córdoba, hija de Ana, le atribuye el crimen al estado, y reclama protección para ella y para sus dos hermanos: Carolina, de 12 años, y Carlos Arturo, de 18.



El asesinato de Ana Fabricia Córdoba es otro grito de auxilio al indiferente pueblo colombiano, que olvida rápidamente que desde el 2002 se ha derramado la sangre de 49 hombres y mujeres que lucharon por defender los derechos de los menos favorecidos. "Yo conocí a Ana Fabricia, trabajé con ella en la comuna 13", les a los artistas un hombre que iba caminando por la acera. "Les quedó igualita. Gracias", culminó esbozando una sonrisa.



Quizás el crimen de esta pujante mujer quede impune como el de su esposo, su hijo, y el de miles de colombianos asesinados. Pero la lucha por la justicia y la equidad no puede ser ajena a ninguno de los habitantes de este país; el primer paso: la memoria. 









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