Congreso de los Pueblos: Por una Colombia digna


Por MARIA PAULA RUBIANO


Medellín, septiembre 21 de 2011

El 20 de octubre de 1810 Colombia alcanzó su independencia, rezan los textos escolares de historia. Luego, en el bachillerato, se aclara que la independencia real, permanente y definitiva se da en la Batalla de Boyacá, el 10 de agosto de 1819. A partir de ahí, se asume a Colombia como un territorio donde se lucha por la nación, cuyos intereses y necesidades correspondían a los de la mayoría de la población. Es así como desde ese momento, según los textos escolares,  se ha construido un Estado que responda a esas necesidades, y que vela por la defensa de los derechos de sus ciudadanos.


Pero la historia ha demostrado que los textos escolares de historia no son más que eso, palabras plasmadas en una hoja de papel, pero no llevadas a la práctica. Colombia no es más que un gran Macondo, un territorio que repite sus errores, que no acaba un conflicto sino que lo transforma, que prefiere ponerse al servicio de interese con ojos azules y cabello rubio, porque “ellos si progresaron”. Pero sobre todo, es un territorio que se ha ignorado a sí mismo. Su historia, sus costumbres, su folclor y su diversidad, no han sido tenidas en cuenta para la construcción de las instituciones que rigen su vida nacional. Es así como las necesidades y capacidades del pueblo real, el de abajo, se ven excluidas de un poder que por definición les pertenece, pero que en realidad está en manos de unos pocos, desde los inicios de este pueblo olvidado.

Logo Congreso de los Pueblos - 2010
Ante tal panorama, en el año 2010, por iniciativa de varias organizaciones sociales y confluencias, se plantea una alternativa para dar solución a las problemáticas de los Pueblos. Se crea entonces el Congreso de los Pueblos, que se define como un “proceso de carácter social y popular que convoca todas aquellas dinámicas y procesos de pueblos, sectores y regiones que estén dispuestas a emprender una construcción legislativa común para mandatar el futuro y el presente de nuestro país, con una perspectiva latinoamericana y mundial”. Es decir, un congreso que legisla desde y para el pueblo y que pretende construir una Colombia justa, donde lo colectivo sea una realidad entendida y aplicada por la población.

Entre el 8 y el 12 de octubre de 2010 se realizó la instalación del Congreso de los Pueblos en Bogotá, concretamente en la Universidad Nacional, con la participación de miles de  asistentes, quienes en cuatro intensas jornadas, construyeron los mandatos –no leyes, porque para garantizar su cumplimiento, parten desde la acción hacia el papel y no al contrario- que regirían a este órgano vivo. Amparados en seis ejes temáticos que planteaban la necesidad de un cambio a nivel mental y de orden económico, convergieron diversos procesos sociales del país: la Marcha de Mujeres Campesinas, el Consejo Regional Indígena del Cauca CRIC, el Coordinador Nacional Agrario CNA, la Minga de Resistencia Social y Comunitaria, el Comité de Integración del Macizo Colombiano CIMA, la Federación Agro-Minera del Sur del Bolivar FEDEAGROMISBOL, la Asociación Nomadesc, entre otros, para establecer siete ejes sobre los cuales se considera necesario legislar para lograr una Colombia digna: Tierra, Territorio y Soberanía; Economía para la vida y contra la legislación del despojo; Construyendo poder para el Buen Vivir; Cultura, diversidad y ética de lo común; Vida, justicia y caminos para la paz; Violación de derechos y acuerdos incumplidos; Integración de los pueblos y Globalización de las luchas.

Para poder generar mandatos que tuvieran efectos reales, en el primer momento de éste caminar se decide plantear el estudio y la construcción de 4 Encuentros Nacionales, relacionados con distintas temáticas. Estos encuentros son: el Congreso Nacional de Tierras, Territorios y Soberanías, Congreso Educativo, Congreso de Mujeres y Congreso para la paz.

El primero de estos, el Congreso Nacional de Tierras, Territorios y Soberanías, se realizará del 29 de septiembre al 3 de octubre en Cali. Se tratará principalmente sobre el territorio entendido no como un pedazo de tierra, sino como esa construcción social, histórica y cultural que le dan las comunidades a su entorno, y como las dinámicas actuales violentan esas construcciones favor de intereses que no siempre coinciden con los de la comunidad. Además, se concretaran mandatos para evitar que la dinámica del despojo continúe, y que por fin se logre esa construcción  de un país que respeta su propio legado cultural e histórico.

Esa es solo la primera de las acciones para construir un país soñado por muchos y muchas, pero defendido desde su acción por unos pocos. Es solo un hilo de los muchos que deben tejerse para no ser ese Macondo cuyo destino estaba escrito desde el principio, pero que nunca nadie pudo descifrar.

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