De la asepsia informativa a la comunicación popular

 Por Punto de Fuga

Cuando entramos a la academia, nos encontramos con que las expectativas que teníamos al pensar una profesión como el periodismo en una universidad pública no eran más que simples prejuicios. Enumeramos, entonces, cuatro problemáticas que entorpecen la formación de periodistas críticos y al servicio de la comunidad: 

Primera: El afán de los docentes y de los mismos estudiantes por asimilar a la comunicación como una mera herramienta de información, con forma de triángulo invertido, y no como un proceso de transformación social  acartona el aprendizaje del periodismo, convirtiéndolo en una técnica que podría encontrarse en un manual de biblioteca o bien en un recetario que da las pautas para escribir un artículo, un buen lead, buscar datos históricos o producir programas radiales y televisivos; donde todos los productos son susceptibles de ser vendidos.

Segunda: La verticalidad de la enseñanza en los pregrados de periodismo y comunicación, donde el maestro es la luz y el alumno un recipiente que se llena con datos, cifras y teorías de los más diversos autores, son la base de la unilateralidad de lo que no podría llamarse medios de comunicación, sino más bien poseedores y distribuidores mayoristas de información, ya que el proceso de comunicar implica la alimentación y retroalimentación entre emisor y receptor, retroalimentación que no se puede limitar a las cartas de los lectores a los medios, sino que implica el flujo constante de información.

Tercera: Los funcionarios de la comunicación en Colombia están obsesionados con la asepsia informativa, con los mensajes desinfectados de todo juicio y prejuicio, con un supuesto contraste de fuentes que ni siquiera se sabe qué tan honestas son y que, a su vez, responden a los intereses políticos y económicos del medio mismo. La función del periodista es, según la academia, servir únicamente como narrador tácito de la realidad, olvidando que éste es también un actor de la vida social.

El cuarto problema es consecuencia de los tres recién mencionados: la comunicación se ha deshumanizado. El periodista se convirtió en un técnico en reportería, no trabaja con personas y comunidades que tienen sus propios problemas, sino con fuentes de información en potencia, se limita a informar y no a proponer, a redactar y no a tejer la realidad, a contar cómo sucedió y no por qué sucedió y qué se puede hacer al respecto; la objetividad propuesta entre los académicos repercute en la mentalidad del informador que es sólo eso: un canal y no un agente de transformación social. El efecto: un mensaje deshumanizado, que parece ficticio, que engaña al receptor, que tiene aires de melodrama, de morbo.

Todos estas problemáticas tienen su base ideológica en las teorías de comunicación propuestas en Estados Unidos a principios del siglo XX, y que responden a intereses enmarcados en el sistema económico vigente que se ha adaptado a las malas a nuestro país, ansioso de globalización. En otras palabras, la comunicación responde a las necesidades de la fase actual de acumulación de capital: el neoliberalismo.

Los medios masivos como hoy los conocemos no son más que el resultado de los teóricos funcionalistas, conductistas y estructuralistas de la comunicación. Dice Éric Maigret al respecto de la teoría de Lasswell de la comunicación de masas: “Considerados como responsables de moldear las ideas de los individuos a pesar de ellos, de manipularlos, los medios actuarían como hipnóticos o engañarían como estereotipos que ellos mismos transmitirían”. Éste es un claro ejemplo de cómo tradicionalmente se ha estudiado la influencia de los medios en las personas, ya que éstos funcionan como simples transmisores masivos de información.

Ahora bien, al márgen de la academia es donde reconocemos la posibilidad y a la vez la responsabilidad de convertirnos en una nueva generación de periodistas y comunicadores, hijos de la crítica a los mayoristas de la información que controlan como magos a la volátil opinión pública colombiana.

La nueva generación debe aprender más que las técnicas para hacer una buena reportería y, primordialmente, debe entender a la comunicación como un proceso de transformación social, y no como un instrumento de transmisión de información. En América Latina, desde la década de los setentas, los movimientos sociales, obreros y sindicales comprendieron la importancia de que las clases populares construyeran sus propios medios de comunicación. La apuesta en un país demacrado por la violencia y la corrupción estatal debe ser por los medios alternativos, populares y que alienten la participación de las comunidades. Dice Jesús Martín Barbero: “la comunicación será alternativa en la medida en que asuma la complejidad de esos procesos, si junto al lenguaje del medio se investigan los códigos de percepción y reconocimiento, los dispositivos de enunciación de lo popular, códigos y dispositivos en los que se materializan y expresan confundidos ya la memoria popular y el imaginario del pueblo”. La comunicación popular, alternativa y participativa busca, en pocas palabras, construir juntos  la liberación de la palabra.

Podemos entonces analizar a los medios alternativos, o mejor, a los procesos de comunicación alternativa, desde dos aspectos: el fondo y la forma.

Desde el fondo, o sea, desde los contenidos, la comunicación alternativa, como dice Vidal Beneyto, “hace posible la expresión de las aspiraciones y expectativas colectivas producidas por y desde los grupos sociales de base”. Es, necesariamente, la antagonista de la comunicación dominante; es decir que los contenidos que los medios alternativos tocan son aquéllos que por conveniencia política o económica los medios tradicionales no voltean a mirar. Un proceso de comunicación popular, alternativa y participativa se sustenta en la cultura popular, atendiendo a sus necesidades y exponiendo sus problemas, en busca de soluciones. Además, usa el propio lenguaje de la comunidad, pues un medio popular y alternativo es aquél hecho por y para el pueblo. Dice Jorge Merino Utreras: “el sentido más auténtico de la comunicación es aquel originado en el quehacer diario de las comunidades populares. En ese diálogo, en ese acervo cotidiano de estrategias de subsistencia y de supervivencia, no se inmiscuyen intermediarios ni expertos en la manipulación del lenguaje, como sucede en los llamados grandes medios masivos”.

En cuanto a la forma, la comunicación alternativa, popular y participativa busca mecanismos a los que la comunidad tenga fácil acceso y que además sean de bajo costo, ya que este tipo de procesos no responden a intereses capitalistas y mucho menos tienen afán de lucro. Así, para transmitir los contenidos producidos por la misma comunidad, se usan periódicos comunitarios y murales, volantes, emisoras comunitarias, obras de teatro, dramatizados o puestas en escena, herramientas audiovisuales, radio novelas, entre otros.

Para poder llevar la teoría a la práctica, los comunicadores y periodistas pueden tener en cuenta los siguientes aspectos:

1.      El método clásico de reportería podría transformarse en IAP: Investigación-Acción-Participación. El investigador ya no es un agente externo a la comunidad que es el objeto de su indagación, sino que debe mezclarse con el pueblo, sentir su propio dolor y bañarse en sus propios problemas, debe volverse parte de la comunidad que estudia.

2.      La asepsia informativa debe transformarse en criterio. No se puede pretender transmitir mensajes limpios de todo juicio. Como dice Armand Mattelart, “Al rehusar conformarse con aprehender la comunicación como un mero objeto de observación y proyectarla en el movimiento de un proceso, el investigador enjuicia la posición que se le asigna a la práctica científica y, por ende, impugna su propio estatus”.

3.  Hacer comunicación alternativa, popular y participativa significa comenzar un proceso como pueblo, un proceso de alimentación y retroalimentación, pues es la comunidad la que producirá sus propios contenidos a 
través de las formas que más se adecuen a sus necesidades.

Así, desde hace algunos meses venimos caminando un proceso al que llamamos Punto de Fuga. En principio, decíamos ser un Medio de Comunicación pero con el tiempo y la participación en escenarios como la Agencia de Comunicación de los Pueblos Colombia Informa y el proceso de formación autónoma (fuera de los márgenes de la academia), hoy nos reconocemos que somos una escuela de comunicación alternativa, independiente y comunitaria, popular y participativa. Proponemos el estudio de las teorías de la comunicación popular para llevarlas a la praxis y aplicar el método de la Investigación-Acción-Participación a la investigación periodística y a la comunicación.   

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