Una borrachera ambulante


Por MARÍA PAULA RUBIANO
Medellín, agosto 10 de 2011
La Feria de las Flores es una fiesta de una semana que se realiza anualmente en Medellín, desde hace más de 50 años, cuyo objetivo es la exaltación de las costumbres y la cultura antioqueña. Probablemente los eventos más representativos de este evento sean el Desfile de carros antiguos, El Desfile de Silleteros –el cual clausura la Feria- y, desde hace 16 años, la Cabalgata.

Este último es tal vez el evento preferido de los jóvenes medellinenses, pero los adultos no se quedan atrás. Argumentan quienes la disfrutan, que es un espacio para admirar la belleza de los caballos que en ella participan, y por qué no, de las voluptuosas y generalmente  artificiales curvas femeninas que montan algunos de estos nobles y hermosos animales. Los jóvenes también dicen que este es un espacio para reunirse fuera de los lugares convencionales, y que la multitud y el calor humano (literalmente hablando) dan al evento una energía emociónate y festiva.
Sin embargo, hay un grupo en aumento que no disfruta este simbólico encuentro, sino que por el contrario, lo encuentra aburrido o cruel. Son varias las razones para no gozar con el acontecimiento: la multitud y su “energía” se ven más bien como una masa amorfa, en dónde la incomodidad, el calor y los robos son la norma. Las voluptuosas mujeres se ven como el prototipo de “muñeca de la mafia”, mujeres infladas, huecas por dentro, simples objetos de exposición de un traqueto cualquiera, mujeres de plástico y silicona. Y los caballos, esos majestuosos animales que les dieron a los españoles parte de la sumisión indígena, se ven no como seres vivientes, sino como objetos que deben servir a su dueño para que éste pueda alardear de su dinero y status social.
Sobre esta última visión de la Cabalgata, la Sociedad Protectora de Animales, organización fundada en la ciudad en 1917 (la más antigua de Latinoamérica), tiene una postura muy clara. Esta postura es coherente con los orígenes de la Sociedad, la cual surgió para dar mejores condiciones de vida a los caballos, que en la época eran el principal medio de transporte y carga, pero también buscaba la protección de animales domésticos, como perros y gatos. Hoy, la Sociedad cuenta con un albergue, programas de voluntariado, adopción, apadrinamiento, vacunación y consulta médica, entre otros servicios que buscan la protección de la fauna doméstica y silvestre.
Es por estos principios que la Sociedad se encuentra totalmente en contra de la Cabalagata. Su presidente, Aníbal Vallejo, entró a la Sociedad al ver la indolencia y la crueldad humana materializada en un perro macheteado en una vía de la ciudad, hace ya 25 años. Desde ese momento, Aníbal ha trabajado constantemente por ponerle fin al maltrato y al dolor animal. Frente a la Cabalgata, Aníbal dice que la opinión la Sociedad Protectora de Animales, es la misma de la Junta Defensora de Animales, organismo asesor que cuenta con la representación de la Alcaldía, la Personería, la Iglesia católica, la Secretaría de educación, la Secretaría de medio ambiente y entidades defensoras de animales (entre ellas la Sociedad Protectora de animales).  Aníbal dice que: “Prácticamente por unanimidad la posición de los miembros de la Junta es un rechazo por lo que se está haciendo en estas actividades, que desbordan de una manera inconmensurable la capacidad de maltrato, de violencia y daño a los animales”.
Y es que la Cabalgata no es un evento cualquiera. Ésta ha llegado a tener hasta 12.000 binomios, que es como se le llama al jinete y su respectivo caballo. Aníbal relata que durante la administración de Sergio Fajardo se trató de reducir este número, por la indignación que causó la muerte de varias personas, en altercados ocurridos durante esta “festividad” en 2007. La muerte también se lleva la vida varios caballos anualmente. Para la Junta Defensora de los animales, las cuentas para el Municipio son claras: “La administración hace un gasto de recursos significativos en dinero y gente. Hay que paralizar la ciudad, hay cierre de vías principales, de áreas de circulación, hay que poner personal humano, no solamente autoridades tránsito, sino también de policía, organizadores y primeros auxilios. Además, debe invertir una gran cantidad de recursos para la limpieza posterior de las vías, para atender a los animales heridos, a los borrachos, cumplir con las normas de seguridad y controles sanitarios del ICA (Institutos Colombiano Agropecuario) para evitar la fiebre equina […]”.
Aníbal se pregunta ¿qué le puede dejar esto al municipio de Medellín, además del estiércol y la basura, el deterior de las zonas verdes y los espacios públicos ornamentales, las muertes humanas y equinas? Y sabe que argumentaran que los vendedores y transportadores de animales ganan dinero, y que con el dinero de las inscripciones la Alcaldía realiza una obra social con niños con síndrome de down. También sabe que el viejo argumento de la tradición estará presente. Pero a ello responde “El alcalde decía: más bien yo doy esa plata, y acabemos con esta sinvergüenzada. Porque esto no le está dejando absolutamente nada la municipio de Medellín”.
Y esas son solo las razones que desde la municipalidad se encuentran para oponerse a este evento. Respecto a los animales, la realidad también demuestra que los beneficios son inexistentes. Aníbal señala que la capacidad de los animales se ve disminuida por el largo viaje que muchos de ellos deben realizar desde los corregimientos y municipios antioqueños para llegar a la ciudad. “Y lo peor” dice, “es que terminada la Cabalgata, a las 11 o 12 de la noche, todavía siguen cabalgando en ellos, en municipios aledaños (Envigado y Sabaneta, ya que en Itagüí está prohibida), cantinas y barrios”. Pero las condiciones de la Cabalgata en sí, así se haya disminuido el trayecto, no son óptimas para un equino, ya que estos animales tiene una sensibilidad especial para percibir los cambios en el ambiente y para percibir el peligro, y al encontrarse en un pavimento duro, hostigados (ha habido decomiso de espuelas y en la última edición hubo 8 caballos decomisados), muchas veces con parlantes y un gran bullicio a su alrededor, estos pierden la concentración y se altera su comportamiento normal. “Esto no es una diversión. Este tipo de eventos no conduce a ningún beneficio para el animal”, dice Aníbal.
Frente a esta situación, Aníbal dice que la única manera de cambiar la manera como se vive y se ve la Cabalgata es mediante la educación de la ciudadanía, pues para la Junta Defensora de animales, “cuando usted realiza un evento en el cual se ven involucrados cualquier tipo de animales, usted debe asegurarse de que ellos también tengan algún tipo de retribución. Que se dignifiquen, que en algo se dé un apoyo para ellos”. Según esto, el punto radica en crear una consciencia colectiva en dónde el caballo – y el animal en general- sea visto como un ser vivo, que si sirve para lucrarse o divertirse, merece una retribución, así como un trabajador merece un salario justo y ciertas garantías mínimas.
Frente a esto, Aníbal dice que la Secretaría tiene un programa de educación y sensibilización frente a animales domésticos, como perros y gatos, pero respecto al tema concreto de la Cabalgata aún no hay medidas específicas. Hay que aclarar que no se trata de satanizar el evento, sino de tratar de crear un sentido de responsabilidad y cuidado por parte de aquellos propietarios que no lo tienen. Se trata de crear una visión más moral y ética frente a los animales, y no verlos como un simple bien para la producción. “Hay que educar a aquellos sectores de la sociedad que no se han quitado la venda de los ojos para ver a los animales como algo más cercano”, concluye Aníbal.
La Cabalgata es un escenario donde convergen todos los sectores de la sociedad medellinense, pero ninguno de estos lo hace pensando que hay detrás de esa tarde emparrandada, de guaro y tetas de silicona. Ninguno lo hace pensando en quién pierde y quién gana en esa borrachera ambulante.

Leave a Reply