Un mercado de pulgas


Por LUZ MARÍA VÉLEZ
Medellín, julio 20 de 2011
Es una noche de sábado común, la plaza principal del municipio de Envigado está atestada de gente que compra y vende electrizada. Después de poner un pie sobre una esquina del parque, la cabeza de cualquier visitante se atiborra de toda la información visual que recibe. Lo primero que se alcanza a ver: un vendedor de minutos.


Este hombre alto mira receloso a los otros vendedores de llamadas a celular, que rondan a no más de cinco metros del lugar donde él se encuentra, esperando que alguien aparezca en busca del servicio. Un metro más allá del minutero: obleas y crispetas, una señora canosa, con las manos arrugadas y los ojos hundidos vende obleas a 500 pesos con desgano, y justo detrás de su puestico improvisado, lo impensable: una venta de mariposas disecadas. Cada mariposa cuesta el equivalente a un salario mínimo, el joven barbado que las vende, con aire de hippie, conversa distraído con otro vendedor que está a centímetros de su lugar de trabajo, un vendedor de piedras y artículos esotéricos. A paso y medio de éste, hay un puesto de tatuajes a la luz de la luna y
de una lámpara, cuya repisa para poner los elementos de trabajo es el busto de José Félix de Restrepo.De un momento a otro, la vista pasa a un segundo plano y el olfato comienza a mandar señales de alerta. Una fila de casetas metálicas se levanta ante los ojos: pollo asado, chuzos, arepas de queso, ensaladas, camarones, perros calientes, hamburguesas, pizzas, guarapo,
postres, chorizos, bolis, helados, salchipapas, mangos, y para rematar, una simpática lechona con un tomate en la boca. Los vendedores de alimentos y bebidas son diferentes a los demás, llevan un delantal, gorra, algunos usan guantes, tienen más iluminado su puesto, y gritan más que el resto. Una cuadra completa del parque, de esquina a esquina, está ocupada por estos vendedores de comidas. Una vez terminada la fila de “lo que se come”, un mundo de colores se abre ante los ojos: juguetes y cachivaches.Esta zona del parque es la favorita de los niños, y el infierno de sus respectivos padres. Amarrados a las casetas, a palos de madera, a las jardineras, a los árboles, hay todo tipo de juguetes: inflables, muñecas, pitos, carritos, los tradicionales frasquitos con jabón para hacer burbujas, yo-yos, trompos, y hasta teléfonos Blackberry de mentiras. Sin embargo, no todo son juegos para niños, otros cinco o seis pasos más allá, hay rondas de muchachos sentados en el suelo, justo al frente de la iglesia principal del parque, haciendo apuestas
de dados y de cartas. Es peculiar que hubiesen elegido el frente de la iglesia para poner los juegos de azar, ¿qué pensaría la patrona, Doña Santa Gertrudis? Pero los juegos no se acaban ahí, han un cúmulo de gente en una de las esquinas, en total son más de 50 personas, una sobre otra, formando un círculo para ver algo en el suelo. Al cercarse se puede ver por entre las cabezas a un animalito, pequeño y peludo, que entra y sale de unos recipientes de colores. Es un cuy, y el señor que grita “¡hagan sus apuestas!” es su dueño, y las personas que los rodean son apostadores que se juegan el dinero tratando de adivinar el
color de la próxima vasija a la que se meterá el indefenso y onfundido animal.Nadie se explica cómo, pero al parque le caben más cosas. Un desfile de aretes, pulseras, bufandas, zapatos, bolsos, carteras, ropa interior, plantas decorativas, perfumes, joyería, y extrañezas artesanales, desvían la atención de las compradoras.
En total son 4.000 metros cuadrados ocupados por 72 vendedores ambulantes y cientos de compradores, en una noche común del parque principal de Envigado.
Los controles fuera de control
La alcaldía de Envigado ha tratado de sacar adelante un proyecto para controlar las cantidades de vendedores ambulantes en todo el Municipio, pero tal como los hechos lo demuestran, no ha tenido buenos resultados. Ángela María López, líder de emprendimiento y empresarismo de la Secretaría de Desarrollo Económico del municipio, es la encargada de dirigir el programa para los venteros ambulantes. Ella afirma que la administración está buscando “reorganizar estas ventas y darles una asesoría comercial” pero que la falta de presupuesto ha impedido cumplir cabalmente ese objetivo. “Reconozco que el programa no tiene una cobertura de impacto, no queremos divulgarlo mucho porque eso implicaría que el programa sea más grande y especializado y que cuente con recursos más importantes, que no hay”, enfatiza Ángela.
La Secretaría de Desarrollo Económico es consciente de que muy pocos vendedores ambulantes conocen el programa de ayudas que hay para su beneficio. Ángela dice que “se está tratando de vincularlos, y digo tratando porque son una población muy grande y se nos sale de las manos”.
“Desde la Secretaría de Desarrollo Económico, en fechas especiales, hemos pedido a la Secretaría de Gobierno que por favor restringa la expedición de autorizaciones de puntos de ventas ambulantes, porque se satura la movilidad y esto no genera una buena imagen del municipio, lo que estamos buscando es una labor entre Secretarías”, afirma Ángela, y agrega que Espacio público sí hace permanentes rondas de control en las que exigen los permisos a los vendedores.
La secretaría de Gobierno dice reglamentar la expedición de las licencias basándose en el los artículos 267 al 297 del Código de Convivencia Ciudadana para el Departamento de Antioquia. Este dice, entre otras cosas, que deben fijarse horarios para ejercer las ventas ambulantes, regular el número de vendedores, asegurarse de que quienes vendan no tengan un segundo empleo, velar por el cuidado de las esculturas y zonas verdes de los lugares donde se autoricen este tipo de ventas, hacer control sanitario de los alimentos y sobre todo, que cada vendedor ambulante autorizado debe tener de forma visible la licencia o el carnet que lo acredita. Todas estas normas contrastan mucho con la realidad del parque de Envigado, en donde ni un solo vendedor posee siquiera la licencia en un lugar visible.
Al abordar el tema de los juegos de azar en el parque de Envigado, Ángela María afirma que “aquí no hay juegos de azar espontáneos o ambulantes, los que hay siempre están en un local, pagan un arriendo y cumpliendo con los controles y requisitos del municipio”.
Evidentemente, la aseveración contrasta con la realidad del Parque, pues el mismo día que ella afirmaba la ausencia de este tipo de negocios, se presenciaron dos juegos de dados, uno de cartas y uno de apuestas con un cuy, en el centro de la plaza principal del municipio.
La otra perspectiva
Amparo Grisales, una vendedora de 58 años, con una mirada alegre, ha vendido en el parque de Envigado desde hace 8 años. Doña Amparo tiene un puestico pequeño lleno de chicles, juguetes, y artículos para niños en general, vende todos los días desde las 6 de la tarde hasta las 9 de la noche, y aunque tiene licencia y asegura que cada año se la renuevan con facilidad, la atemorizan los rumores de que la Alcaldía los piensa sacar del lugar.
“Acá en el parque hay varios que tenemos licencia, todos los que usted vea tirados en el suelo no tienen, como ese señor de ahí, o ese de allá”, dice doña Amparo, señalando dos señores que extendieron en el suelo, obstaculizando el paso a los transeúntes, una bolsa plástica y pusieron sobre ella todo tipo de artículos para vender. Junto a Amparo Grisales trabaja desde hace 9 años, vendiendo dulces y mecato, un hombre alto de 61 años pero que parece de 40, muy enérgico, conocido como “Don Ramiro” o “Ramirito”.
Don Ramiro no tiene ningún reparo en mostrar su descontento con el exceso de vendedores, afirma que “les están dando tantos permisos a las personas, que están acabando con la gente” y que “los fines de semana los vendedores de otras partes se meten con disimulo entre la gente a vender, también se meten muchos ladrones”. Cuenta que cada mes se está viendo en problemas para pagar el arriendo y los servicios en su casa, situación que antes no le ocurría pues tenía muy buenas entradas de dinero, pero que todo ha cambiado desde hace cinco meses para acá, cuando el parque de Envigado se convirtió en un “mercado de
pulgas”, como él lo llama.
Don Ramiro y Doña Amparo Grisales no conocen los programas que la Secretaría de Desarrollo Económico tiene para los vendedores ambulantes. Don Ramiro afirma que “para lo bueno no avisan nada (la Alcaldía), pero para lo malo, sí, yo no sé si es que en la Secretaría y en Espacio público se burlan de mí, porque yo he ido a sentarme allá, a pedirles que quiten a los que no tienen licencia porque a nosotros nos costó mucho conseguirla, y no hacen nada”.
Frente al tema de los juegos de azar, que tan invadido tienen al parque de Envigado, doña Amparo reconoce que hay juegos de dados y de cartas todas las noches, “un día se pusieron a pelear por plata dos muchachos y armaron una pelea”, asegura la mujer. Dice además que no solo han aumentado los puestos de juegos sino que también la venta de minutos y los cigarrilleros, y que esto se debe a que los vendedores de otros municipios, en especial los de Itagüí y Sabaneta, llegaron a vender a Envigado. Ramiro afirma que ni la Secretaría de Gobierno ni Espacio Publico hacen algo para organizar este fenómeno que se está saliendo de control. “Los de Espacio Público vienen y se pasean de vez en cuando de un lugar a otro, y no hacen nada”, relata ‘Ramirito’.
Doña Amparo, esperanzada, dice que le “gustaría mucho que eleccionaran la gente que trabaja acá, porque hay muchos que no son de aquí”, y ‘Don Ramiro’ finaliza contundentemente y con el tono enérgico que siempre mantuvo: “Es que definitivamente, aquí viene y ¡trabaja el que quiere!”.

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