Puntos de Fuga

Grupo de jóvenes un viernes en el Parque de los Deseos
Por Maria Daiana González Navas

Medellín, 8 de junio de 2011

Representación, exhibición, actuación… Como en una  obra de teatro   realizada  al aire libre, gays, lesbianas, transexuales, bisexuales, emos, punks, skates y afro colombianos    salen  a los espacios   que  ya   sienten como  suyos ,  que han ido acoplando a  sus dinámicas, simbolizándolos  y  cargándolos  de afectos. Espacios que se  convierten en lugares, lugares cuyas dinámicas   no  precisamente  fueron previstas por   la Administración  Municipal de Medellín en el momento de construirlos. Zonas de tolerancia no declaradas, puntos de fuga donde las dinámicas  tradicionales se irrumpen, espacios tan intrínsecos a la ciudad como cualquier  otro.

Entre estas zonas, existen  algunas representativas y ya popularizadas en Medellín que cambian las dinámicas del espacio público. Unidas por  música e ideologías; como los punks del Parque de El Poblado, del Periodista o de la Villa ubicada por la 80, unidas por cultura; como los afro-descendientes de Tumaco, Buenaventura, Timbiquí y Quibdó en  el parque  San Antonio, el parque Berrío o  el Parque de Moravia, unidas por aficiones; como los skates en el estadio, la Estación Hospital o Terminal del Sur o por edades como los adultos mayores en el Parque Bolívar. Grupos poblacionales que durante años  se  congregan  de lunes a domingo en la tarde o en la noche y en mayor proporción los fines de semana, reuniendo subjetividades y conciencias que no sólo se comunican, sino que  también construyen y acceden al sentimiento de identidad, entendiendo a ésta como “un proceso que solo se obtiene relacionándose y se  construye  a través de las diferencias” según el antropólogo español Manuel Delgado.

Las relaciones constantes y la creación de nuevos espacios de interacción generan  poco a poco la concentración de  nuevos  grupos  e hibridaciones culturales, como el caso de la aldea gay o zona de tolerancia no declarada en el Parque de los Deseos desde hace aproximadamente 2 años y  un día a la semana en proporciones  considerables, los viernes. Las redes sociales y  la comunicación entre los mismos grupos primarios ayudaron a que  el lugar se esté popularizando cada vez más. “Los que empezaron el parche fueron los de ‘La vieja Guardia’, que volvieron al sitio un parque gay” dice Andrés Carrizales, que va con frecuencia a esa zona. “Éste es el único lugar donde podemos reunirnos, nos trajeron y  nos dimos cuenta que el sitio era de ambiente entonces seguimos viniendo, pero solo los viernes, igual si venimos en cualquier otro día el parque nunca nos va a discriminar”, asegura Andrés.

 De forma similar piensa  Luz Marina, afrodescendiente del Chocó, que va frecuentemente al  Parque San Antonio: “Es el encuentro con la raza, con mi gente, donde yo me puedo sentir cómoda y nadie me va a discriminar, el ambiente, la gente, todo  me hace sentir como en casa”. La  necesidad de encontrar afinidades  de pensamiento y encontrarse con los similares en una ciudad llena de diferencias es lo que  crea las concentraciones de diferentes grupos poblacionales. Aquellas diferencias, según Guilles Deleuze y Félix Guatari, son construidas por líneas diversas que atraviesan  cada individuo conformando una vida, “líneas morales que dependen de   la edad, el sexo, la raza, sectores y subjetividades de nosotros y fuera de nosotros (…) que no solo atraviesan a un individuo sino a todo un grupo o una sociedad”. A estas líneas Deleuze y Guatari las designa con  el nombre de  ‘líneas de fuga’.

El punto de fuga de la comunidad de lesbianas, gays, transexuales y bisexuales (LGTB) se originó también, y  casi de forma inmediata, con la aglomeración  de emos, punks y skates en el Parque  de Ciencia y Tecnología Explora, lo  que generó en el pasado, conflictos y actos violentos, según el vigilante del  parque; “los primeros meses hubo problemas, porque  está este grupo y el de los emos y punks, no sé cuál era la bronca pero sucedieron tres disturbios graves, con heridos y presencia de la policía”, aseveró el guardia. Los punks  y los emos tratan de exponer sus ideologías culturales y lo que estás rechazan, tratan de posicionar su autoridad en la zona y generar miedo a los grupos poblacionales vecinos por medio de actos violentos. “Un día emos y punks  ¡nos pegaron un susto! Nos bombardearon de botellas que llevaban adentro  fuego, es que ellos no toleran a los gays entonces por eso reaccionan así”, comentó otro visitante frecuente del parque que prefirió no decir su nombre.

Sin pensarlo, los emos, punks y LGTBs han llenado de afectos su espacio, en los alrededores de la Estación Universidad, y lo han convertido en un lugar  abierto  a cualquier ideología cultural que no trasgreda la suya propia, como quizás creen que lo hace la  comunidad LGTB del Parque de los Deseos, que a pesar de estar tan cerca al Parque Explora,  no pueden traspasar  las líneas invisibles que han trazado.

Comunidad LGBT Parque de los Deseos
Ante esto, tanto el grupo de seguridad como los guías ciudadanos que realizan jornadas de vigilancia en el Parque de los Deseos se pronuncian inconformes; “la desventaja de esa concentración son la peleas entre ellos mismos, la drogadicción, la emotividad excesiva entre parejas y el irrespeto al ciudadano”, dice Alexander Ospina, guía ciudadano. A este hecho se  suma la ausencia de denuncias por  parte de la población que sufre las agresiones; “el ciudadano come callado”, agregó Alexander. Sin embargo no muchos opinan igual que él, Miguel Ángel Mesa, vendedor de crispetas del sector desde hace 15 años y testigo de la evolución que  este ha tenido, cree que la  concentración de este grupo poblacional en el parque, no afecta para nada su tranquilidad.

“Los punks y los gays al inicio tuvieron enfrentamientos, pero se fueron disolviendo,  mientras no hayan problemas y se respeten mutuamente sin escándalos no tengo inconvenientes, ellos han sido  reservados, decentes y buenos consumidores”, puntualizó Mesa. Algo similar respondió su compañera Isabel, vendedora de minutos del Parque desde hace 9 meses: “a mí lo que más me gusta es que son muy buenos consumidores, reservados y decentes, a  diferencia de los emos del Parque Explora, ellos  dan miedo. Este  lado es muy calmado y uno hasta se divierte con ellos, en cambio  en el otro  existe un descontrol, violencia y agresividad.”  Pero  de una forma algo contradictoria, un vendedor del sector del Parque Explora, Ignacio Rojas, que lleva trabajando 6 meses en el lugar dice no ver conflicto alguno. “No he visto problemas entre ellos, el ambiente es agradable  y hay mucha gente para trabajar”, cuenta Rojas.

El Parque de los Deseos de la ciudad de Medellín, construido  en el último decenio del siglo XX y en el primero del siglo XXI,  junto con  el Parque de la ciencia y tecnología  Explora, el Planetario Municipal, el Centro Cultural Moravia  y el Jardín Botánico, hacían  parte de  los nuevos proyectos de planeación municipal con  miras  al mejoramiento del espacio público. Estos proyectos tenían   como objetivo principal  la estructuración de la ciudad y de la ciudadanía,  y  de este modo incentivar la cultura y lograr una modernización tanto física como social.

“Diversidad cultural”, dice Lucia Bustamante, maestra por hace más de 20 años, que va al Parque de los Deseos tres veces por semana y presencia la concentración de la comunidad LGBT  los viernes; “ellos hacen parte de la sociedad y no los tenemos que excluir ni  ellos se pueden sentir rechazados, ni señalados, ellos necesitan ser reconocidos, por eso  buscan un espacio donde se puedan reunir y mostrarle a la ciudad que ellos son diferentes y que tienen otra forma de  ver las cosas. Yo podría decir que  me parece horrible, o inaceptable, pero no,  creo que ellos necesitan ese espacio, por que entre más los señalemos es peor”, argumenta la profesora.

Pareja de la comunidad LGBT en el Parque mencionado

Y mientras en el Parque de los Deseos los LGTB se apropian del espacio, en  el Parque San Antonio los afro descendientes ríen, toman, escuchan champeta y hablan sobre su pasado en el Pacifico para tratar de descansar un poco del estrés laboral, y esporádicamente uno que otro blanco, que no es más que un turista o conocido de algún afro, interviene en el lugar.

En el Parque Bolívar los adultos mayores que han pasado toda la tarde tratando de solucionar los problemas políticos del país, junto con su cigarrillo y  tinto empiezan a irse a casa para dar paso a un nuevo lugar, con nuevos grupos poblacionales en los que muy probablemente no pertenecen, los  tan conocidos  y popularizados transformistas  que desde las 6 de la tarde  habitan el parque de manera más notoria, exhibiendo sus trajes, maquillajes y accesorios que los distinguen a la vista.  “Cada uno se va para su casa, desde que  uno no se meta con ellos nada va a pasar” decía Carlos Meneses mientras cogía su  bastón  y se disponía a caminar para ir a su hogar.

En el parque el Poblado los punks, estudiantes universitarios  y turistas  se sientan en  los andenes, toman cerveza y aunque no se relacionan con los grupos de diferentes tendencias a ellos, si los conocen y los toleran.

Es un hecho  que la transformación  social  de una ciudad  tiene lugar en el espacio público, pero no por el espacio mismo sino por quien lo habita, creando puntos de fuga que trascienden el carácter uniformado de la cotidianidad. “Es un hecho que la sociedad civil tomó a la ciudad de una manera precisa: la tomó por la calle”.[i]

[i] Fernández  Christlieb, Pablo.  El espíritu de la calle, Psicología política de la cultura cotidiana, tomado del trabajo de grado; Representación socio-espacial del espacio público de la ciudad de Medellín. Lozano García, Natalia. Universidad de Antioquia, Faculta de Ciencias Sociales y Humanas, 2007.

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